Sunday, April 09, 2006

 
29

Ahora, ahora estoy sentado en mi cuarto, he limpiado todas las paredes, ya no tengo ningún cuadro, ya no he pegado ninguna fotografía, recuerdo que me gustaba mucho pegar carteles, pero ahora he querido vivir en un cuarto limpio, quiero saber qué se siente vivir entre paredes blancas, yo no elegí el color de las paredes, así estaban, es un cuarto limpio, una cama limpia, un armario de madera, madera áspera, hermosa, sin pintar, y una lámpara sobria, un escritorio, y una ventana, una ventana que da a un lugar cubierto de follaje, a un barranco, a campos agrestes, por donde antiguamente pasaba un río, de noche se oye el paso de los autos que corren por la carretera, allá lejos, más allá de los pirules rumbo a la playa, también se escuchan de vez en cuando las pisadas de alguien sobre la hojarasca, y desde esta parte de la ciudad, la ciudad se ve llena de puntitos luminosos, de luces, porque esta parte está oscura, no tiene ninguna iluminación, zumban los motores de los aviones que caen suavemente sobre el aeropuerto cuando cierta orientación del viento los obliga a descender por aquí, alguna avioneta perdida me hace saltar de la cama a media noche y sacar la cabeza por la ventana mirando al cielo... en la caída de las lomas concluye la cerca de alambre que marca el límite entre los dos países y forma la esquina donde se corta la parte norte del valle, las gaviotas dejan de graznar al anochecer y luego el mar se ennegrece contra el cielo también negro del fondo... pero es imposible que vuelvas a contemplar estos lugares, el mar ha barrido las huellas de la Piper Comanche que por primera vez te dejó en la pequeña pista de aterrizaje, teníamos miedo, teníamos mucho miedo, las nubes negras no eran sino la continuidad de las montañas vistas contra el sol que moría, la noche total que todo lo abarcaba disimuló ante el mundo nuestras acciones y evitó presencias extrañas en ese lugar preciso de la playa donde desembocan los terrenos últimos del casino de Agua Caliente; teníamos miedo, estuvimos sentados a lo alto de la ladera contemplando el mar, en ese mismo sitio y, no sé como decírtelo, Beverly, me sé torpe para traerte de nuevo hacia mí siquiera veladamente, me disperso y regodeo en mis propias incongruencias como si tú nunca me hubieras dejado una impresión perfectamente delineada de tu cara, de tu manera de ser y de moverte que me permitiera sentir vivo otra vez, ve a la esquina y compra un cono de nieve, me decías, salía corriendo a conseguir el cono apretando la moneda que habías sacado de la bolsa y corría de regreso con la bola de nieve casi derretida para compartirla contigo, ahora, ahora no importa en qué parte del mundo me encuentro, he llegado a lugares en que jamás estuve y me conduzco como si allí hubiera transcurrido toda mi vida, vivo solo, todo me da igual, he vivido a medias, hablo en tono menor, creo que no estoy en ninguna parte, en el fondo lo único que me interesa es comer y dormir, a medio tono, así oigo los ruidos, así hablo, así escucho la música, no me conmueve una sinfonía, puedo hablar horas enteras sobre cualquier cosa, con cualquier persona, y no me aburro más de lo habitual, a veces me da miedo morir, pero bastan diez horas de sueño para relajar mis nervios, mis glándulas, y levantarme a comer, me baño porque no me cuesta ningún trabajo, hay agua caliente en mi cuarto a todas horas, me veo en el espejo porque no me conozco y el espejo está allí y no puedo evitarlo, desde que nací me muerdo las uñas, no las dejo crecer, he digerido kilos, toneladas de uñas desde que nací y empecé a comer de mi cuerpo, tal vez se ha asentado ya en mi estómago una capa blancuzca o una costra más en la corteza cerebral donde, dicen, las palabras se forman, creí que no querías, que no necesitabas comer, que no tenías deseos, y así, cubierto, en guardia, precavido, he dejado pasar los años, mis palabras no son mis palabras, empleo términos que para mí no significan nada, o bien cambian de sentido con los años o se diluyen en una dicción que ni a mí mismo sirve, se me pierden guturalmente y me quedo sin más remedio que enmudecer como enmudeciste tú, aunque tu silencio perteneció siempre a otro orden de ideas o a otro desorden igualmente vano, son palabras que he escuchado frecuentemente y de pronto me sorprendo, me atrapo en flagrante y estúpida falsedad, diciendo algo en cierta forma y de inmediato me cierra la boca el reconocimiento súbito de que no soy yo el que habla, ni siquiera tal vez el que abre la boca y mueve los labios y traga saliva y contrae el estómago y siente el estiramiento inclemente de todos los conductos digestivos, pero lo cierto es que lo hago sin alzar la voz, de eso me cuido mucho, lo digo en voz bajísima o lo escribo a mano para no perturbar los oídos de nadie, me apena mucho estar aquí hablando, perdóneseme por hacer ruido, me acuso, me acuso de estar aquí frente al mundo, la tierra deja de girar y de desplazarse por el universo, ojalá que de alguna manera, digo, algún día, en realidad a nadie hago daño, sí, pido perdón por estar aquí, no sé, a lo mejor usted tiene algo más importante qué hacer, en cuanto pueda desapareceré, no faltaba más, a la hora que usted guste, estoy para servirle, es que yo creía, es que



Comments:
La novela es fascinante. En espcial los capítulos que aquí aparecen con 8 y 9.
Me gustaría saber si es aún circulan ediciones de la novela.
 
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